Foi hoje
publicada na página virtual do jornal argentino Página 12, uma
entrevista , feita por Nicolás Trotta, Rector de la
Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) e dada pelo antigo chefe de governo
espanhol, o socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Embora
percorrendo um vasto leque temático centra-se na América Latina, focando alguns
dos principais problemas que hoje aí se vivem.
Nem todas as esquerdas pensam o mesmo sobre tudo. Isso não deve
preocupá-las mas aguçar a sua capacidade para se ouvirem com abertura crítica e
sem reserva mental entre si . Vale a pena ouvirmos Zapatero . Ouçamos pois o
que nos diz esta voz socialista de um protagonista que não se deixou ficar numa
cómoda prateleira dourada.
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José Luis Rodríguez Zapatero se ha
vuelto una rara avis del socialismo español. Llegó a Argentina para sumarse a
la victoria del Frente de Todos y reafirmar su vocación latinoamericanista.
Desde que dejó el gobierno se transformó en la figura más progresista de su
partido. Se hace cargo de las contradicciones de la izquierda y no le quita el
cuerpo a las disputas más difíciles. Mientras que muchos ex presidentes se
integran a directorios de empresas multinacionales, Rodríguez Zapatero decide
embarrarse para colaborar en la búsqueda de una solución en la crisis
venezolana y adopta posiciones firmes en la defensa de las fuerzas progresistas
en el continente.
Se muestra confiado de la victoria
de Pedro Sánchez en las elecciones del 10 de noviembre y en un posterior
entendimiento entre las fuerzas de izquierda (Unidos Podemos de Pablo Iglesias
y el novel Más País de Iñigo Errejón) para constituir gobierno y postergar a
una derecha cada más radical.
–¿Cómo ve hoy a América latina?
–Hay dos análisis que son necesarios
realizar. Primero que conviene no olvidar que los procesos son cíclicos y
seguramente hemos vivido un ciclo de hegemonía de la izquierda, luego ese ciclo
se ha tornado aparentemente de hegemonía de la derecha en muchos países con una
preocupación de emergencia y ahora seguramente estamos nuevamente iniciando un
tercer ciclo. Todo esto, y voy a la segunda reflexión, se produce en un momento
donde la democracia tiene que hacerse más preguntas que nunca, fundamentalmente
por la debilidad de la fortaleza representativa frente a una sociedad
internacional, a una sociedad digital. Tiene que ser reflexión política
filosófica de cómo integra toda esta revolución tecnológica y lo que ha de
venir en nuestras formas de organizarnos, de pensar la sociedad, de dirigirla y
de gobernarla. Estamos en este tránsito y seguramente quien antes anticipe una
respuesta sólida, la izquierda o derecha, será quien tenga más posibilidades de
ganarle el ciclo inmediato.
–América latina, desde la periferia,
¿qué capacidad tiene no sólo de formularse las nuevas preguntas sino de
construir las respuestas?
–Es muy interesante esa pregunta
porque siempre he pensado que la identidad de un país, de una nación e incluso
la identidad de cada uno de nosotros, no es lo que pensamos que somos si no
como nos ven los demás, desde afuera. América latina, ese continente joven, ese
continente casi explosivo. Yo creo que es lo que en estos momentos pondría
encima de la mesa. El primer tema son las desigualdades sociales, son las
injusticias sociales. Está en los números, pero cuando uno ha viajado un
centenar de veces a Latinoamérica, ha conocido latinoamericanos fuera de
Latinoamérica, por Europa, no puede haber tantas riquezas tan acumuladas y
luego tanta miseria.
–Este concepto de abolir la pobreza…
–Abolir la pobreza y limitar la
riqueza, creo que es el gran salto cualitativo de Latinoamérica, sería el día
que podamos decir que la pobreza se terminó, se abolió. Digo abolir porque le
da la fuerza que tiene que ser una decisión, no es un fruto de una circunstancia,
del azar, de una decisión económica, si hay decisión con la riqueza que tiene
Latinoamérica, su renta per cápita, no puede haber pobres en situación extrema
de angustia; y luego hay limitar la riqueza, este será uno de los grandes
debates que la humanidad va a tener en breve.
–La inmensa mayoría de la humanidad
compartirá su concepción de abolir la pobreza y limitar la riqueza. Lo que
diferencia a la humanidad es el camino para lograrlo. ¿Cómo se puede avanzar en
nuestros países que no tienen la capacidad de los países centrales para regular
el capital transnacional?
–Es evidente que es una cuestión que
va a depender de una posición global de la comunidad internacional, que pasa
por dos aspectos esenciales que tiene que ser homogeneizar la fiscalidad en la
medida que se pueda. Cuesta en la Unión Europea, tenemos ese problema. Hay
países que tienen la fiscalidad más baja y hay competencia injusta. Dos,
erradicar los paraísos fiscales, se debería construir un mecanismo. Es muy
incipiente, en el único foro en el que este debate está abierto, se ha dado un
paso tímido es el G-20 por donde, por cierto, hay presencia de países de
América latina. En definitiva, necesitamos un camino de gobernanza de la
globalidad. En algún momento la humanidad se va a plantear esto como se planteó
abolir la esclavitud. Yo siempre me pregunto, es uno de mis pensamientos más
recurrentes, cómo es posible que lo que llamamos “democracia”, conviviera con
la esclavitud. A lo mejor en veinte, treinta, cuarenta años parecerá insólito
que se pueda permitir una salida de capitales sin más, incluso todas las
miradas que se alejan ante realidad de los paraísos fiscales.
–¿Cómo analiza los procesos de cambio
que vivió América latina?
–Yo creo que fueron muy ambiciosos y
con éxitos en lo social, reducción de la pobreza, acceso a bienes básicos,
vivienda. Creo que en lo económico se necesita en la izquierda de América
latina tener un planteamiento más elaborado, más profundo. Es decir, no podemos
pensar que razonar económicamente sea conspirar socialmente, buscar ese punto
de equilibrio. Es verdad que en un contexto internacional que las izquierdas
digamos entre comillas en Latinoamérica tienen un sesgo de opinión muy claro
que en donde en los mercados, en los grandes centros y organizaciones de
interacciones económicas, yo lo viví, yo lo percibí, yo lo combato. En lo
social yo le daría un aprobado alto, creo que en lo económico necesitamos el
debate y luego nos falta en lo institucional. Ser auténticos, ser más
republicanos, en el sentido más profundo del término del pensamiento
republicano. Yo creo que la izquierda gana cuando la democracia se perfecciona,
la izquierda gana cuando las instituciones son auténticas instituciones
republicanas.
–¿No se ha vuelto la izquierda muy
conservadora con el sistema?
–El sistema es poderoso y la
alternativa a lo que es la economía del mercado, a la acumulación de capital
para promover crecimiento económico, no es fácil imaginarla, debemos tener una
cierta humildad intelectual. Sabemos que el capitalismo genera desigualdades, a
veces lacerantes, que acompaña un sistema de poder que muchas veces influye, no
es determinante para una victoria electoral, eso también hay que decirlo así.
Sabemos que la mayoría de las grandes fortunas, los poderosos, algunos los
llaman el “establishment” suelen estar en el campo de la derecha pero eso no
determina una elección. Lo que es con rigor intelectual, podemos decir la
alternativa a que el Estado pueda hacer otro papel en la economía normalmente
las experiencias no han funcionado. El Estado no está para producir bienes y
servicios, para fabricar sillas, mesas, pantalones. Suele ser poco eficiente y
por tanto puede llevar la economía a una situación negativa. El Estado debe ser
fuerte, debe proveer una salud universal, el modelo socialdemócrata que
llamamos en Europa y que ha tenido un gran éxito. Seguro no ha colmado todas
mis aspiraciones. Pero bien, tenemos la desigualdad que no se controla y que
hay que controlar más en el ingreso porque las políticas distributivas la izquierda
las sabe manejar bastante bien, pues bien tienes que tener un umbral fiscal
mínimo. No es posible tener un estado de bienestar sin un umbral del 40% de
presión fiscal en un país. De eso Latinoamérica está todavía lejos, Europa lo
ha logrado y ahora el gran problema de la desigualdad de la precariedad laboral
se aborda en lo que llamamos “predistribución” que es el nuevo incipiente
debate de la izquierda. En mi experiencia, un tema esencial, no hay más que ver
cómo reaccionan los economistas ortodoxos, es el salario mínimo. Yo veo que la
informalidad laboral es también un atentado a la dignidad humana y que habría
que abolirlo exactamente igual.
–¿Podría avanzar la Comunidad Europea en
un salario digno que genere equivalencia de ingreso en todo su territorio?
–Puede avanzar, no descarto que la
Unión Europea establezca un salario mínimo y que establezca también un seguro
de desempleo europeo, sería una gran garantía. Es decir todo el mundo puede
entender que puede haber una circunstancia mejor o peor en alguno de los países
europeos o en países latinoamericanos, pero si tú tienes la fuerza del conjunto
como nos ha pasado con la moneda euro y evidentemente había que perfeccionarla.
La crisis nos ha llevado a nuevas medidas de una moneda más unida, más fuerte,
más sólida, con más raíces. Eso es una gran garantía, imaginemos Latinoamérica,
la crisis de un país, si hubiera esa unión económica, la unión fiscal, esa
incluso unión monetaria. Yo creo que el gran proyecto de Latinoamérica es su
unión política, económica, social, fiscal y por supuesto unión en la acción
exterior. Sería un nuevo big player en el mundo, tenemos Estados Unidos, China…
–¿No fue lo que se abortó? Cuando se
analiza la prisión de Lula... Brasil hace cinco años discutía la foto de los
vencedores de la Segunda Guerra Mundial como único nuevo país que había surgido
en esta discusión como big player y hoy no tiene horizonte, ha salido del
contexto internacional.
–Absolutamente, no sólo ha salido,
aparece como algo esotérico, esa es la definición. Cuando fue un país decisivo,
tanto en lo que podemos decir la construcción del primer programa social
mundial que son los Objetivos de Desarrollo Sostenible, algo se ha avanzado.
Hasta el año 2000 no existió en Naciones Unidas y sin dudas Brasil jugó un
papel decisivo y a partir de ahí en el diálogo Norte-Sur, en el diálogo
emergentes, en el diálogo de unidad latinoamericana Brasil ha sido un referente
básico, pero la huella está ahí. Interpreto el fenómeno Bolsonaro como algo
coyuntural. Veo el Partido de los Trabajadores y esperemos que Lula pronto esté
paseándose por las calles haciendo sus discursos emotivos, poniendo su fuerza
en la conciencia del pueblo brasileño y se revierta esa situación en poco
tiempo. Y sin duda alguna Brasil, México, Argentina. Doy un gran valor a esta
nueva etapa de Argentina.
–¿Qué espera de esta nueva etapa de
Argentina?
–Pienso que Alberto Fernández es un
hombre muy comprometido con la unión de Latinoamérica, que va a ser uno de sus
grandes temas. Va a ser muy interesante la dialéctica FMI-países desarrollados
en su relación con Argentina. Yo creo que esto va a marcar cómo la comunidad
internacional define en el futuro inmediato, después de ver todo lo que está
pasando en el continente, es el primer gran reto en la crisis financiera y
económica. En la que hasta el FMI hizo una parte de autocrítica.
–Pero siempre llega tarde la autocrítica
del Fondo.
–Yo, que he tenido que estar cerca
del Fondo, creo que sí. Pero por ejemplo el Banco Mundial en eso ha ido ganando
una posición muy distinta. Conociendo lo que es el Fondo, hay cosas que hemos
leído que son sorprendentemente autocríticas y favorables. No es el Foro de San
Pablo ni se va a parecer nunca.
–¿Qué rol jugarán los gobiernos
socialistas de Portugal y España en esta nueva etapa de Argentina?
–Si el gobierno de España, como
espero en las próximas elecciones, confirma al Partido Socialista, va a haber
un apoyo cerrado. Primero hay un gran vínculo con Argentina. Segundo hay un
interés por la Argentina que nosotros vivimos más directamente los últimos
tiempos, que fue la Argentina de la recuperación, de la recuperación económica
y de la recuperación de los Derechos Humanos, que es como yo defino el período
de Néstor Kirchner básicamente. Eso tiene un respaldo claro y además nosotros
tenemos también un cúmulo de vínculos económicos importantes que ahora
Argentina debe posicionarse pivotando con España, con Portugal, porque son
actores que tienen relevancia, sus voces tienen relevancia en el FMI, en la
Unión Europea, en los mercados internacionales.
–¿Cómo analiza la elección de Bolivia?
–El presidente Evo Morales ha
expresado su oferta de hacer una auditoría e incluso ha ido más allá. Ha dicho
que si en esa auditoría se demostrara un fraude iría a segunda vuelta. Me
parece que más no se puede hacer ¡qué más le podemos pedir! Ha sido una
elección ajustada, es verdad. Pero las reglas son las reglas. No hay una regla
que diga “si pasa muy poquito del 10% cabe repetir”. No. Me ha sorprendido
muchísimo que la OEA, que en principio es una organización americana de respeto
a la legalidad, haya dado esta respuesta. Es realmente insólito. Para
cualquiera que propugne la defensa de las reglas democráticas. Pero el señor
Almagro no me sorprende mucho tampoco. Es una decepción.
–¿Cómo puede salir Venezuela de la
crisis política, económica, humanitaria?
–Hay un problema esencial. Es que en
Venezuela hay que renovar un consenso fundacional entre dos visiones muy
antagónicas de su país. Cuando uno está allí y escucha hablar de pueblo
opositor y pueblo chavista se da cuenta de hasta qué punto hay una fractura
social y política, que impide una convivencia mínima, de las reglas para poder
salir adelante. Luego el que la comunidad internacional, una parte de la
llamada comunidad internacional, Estados Unidos, se haya puesto
beligerantemente a apoyar a una de las partes en conflicto y buscar la
eliminación política, desacreditar totalmente a lo que representa el gobierno
de Maduro y el chavismo, es una cortedad de miras absoluta. Lo más paradójico
es que llevamos desde enero con el reconocimiento de Guaidó, que iba a producir
un cambio, una salida a la situación. Cuando uno hace un análisis falso de una
situación, las conclusiones te llevan al fracaso.
–¿Qué lo llevó a involucrarse en
Venezuela?
–A mí me vinieron a buscar. En mi
radar no estaba Venezuela. Siempre Latinoamérica, pero no Venezuela en
particular. A mí me vino a buscar la oposición moderada. Que ha firmado ahora
unos acuerdos de diálogo nacional con el gobierno. Me vino a buscar porque se
temía ya en 2015 que aquello pudiera derivar en una confrontación civil. No
quiero mencionar la palabra guerra civil. Y empecé a hacer una tarea de
aproximación, de diálogo, muy comprometido con las personas que están en
prisión. Trabajé para que fueran liberadas. Eso te vincula mucho a las
familias. Y ver la capacidad de diálogo que tenía. Yo sé que he sido acusado de
todo, de castro-chavista, de las situaciones más insólitas que uno podía
esperar en mi vida. Pero siempre he podido tener la capacidad de diálogo con el
gobierno chavista. Por supuesto que hemos hablado de los errores cometidos. De
los problemas que existen. No puedo entender cómo hay una aproximación a
Venezuela tan desequilibrada, esto es lo que me preocupa muchísimo de la
situación. Todos los factores económicos que penden sobre Venezuela tienden a
explicar esta situación. Creo que muchas de las cosas que están pasando en el
continente son fruto de esa especie de carta blanca que Trump ha permitido a
los sectores más conservadores latinoamericanos diciendo “ahora es la nuestra”.
Tenemos la oportunidad de que aquí la izquierda sea residual, que el comunismo
deje de existir.
–¿Qué es ser de izquierda en el siglo
XXI?
–Hay una aspiración y es que la
gente común, el ciudadano que vive de su trabajo, que ha nacido de su trabajo,
pueda tener las mismas oportunidades que cualquier otro. No las oportunidades
de tener éxito. Pero que tenga las mismas oportunidades para poder tener éxito.
El día que una sociedad pueda hacerlo; ahora con el big data, con la inteligencia
artificial, se puede hacer perfectamente, la política también tiene que poder
utilizar estos instrumentos. Que se pueda evaluar si una persona cuando nace
tenga, y en su desarrollo haya tenido, las mismas oportunidades reales. Bueno,
eso será una sociedad de izquierdas.
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