A importância política da Igreja Católica, indirecta sempre e por vezes directa, quer na Europa, quer em Portugal, torna aconselhável que, mesmo quem está fora dela( como é o meu caso), esteja atento ao que se passa no seu seio. A eleição de um novo Papa na actual conjuntura europeia e portuguesa não deve passar despercebida.O jesuíta escolhido procurou uma marca franciscana.Os vinte e quatro cardeais italianos não foram suficientes para conseguirem entronizar um deles. Ficaram com o prémio de consolação de verem ser escolhido um argentino de origem italiana.Há muitos séculos que não era eleito um não europeu. Sinal dos tempos?
Francisco diz-se entre os pobres, solidário com eles.Bom sinal, que será reforçado ou enfraquecido, conforme ele nos mostre que está entre os pobres para, em conjunto com eles e com os homens de boa vontade, lutar contra a pobreza e não apenas para os animar na desgraça.Conforme ele nos mostre, ou não, que é solidário para com os pobres, mas é inimigo das causas da pobreza; que não só é solidário para com os pobres, no seu dia a dia, para que ele seja mais leve,mas também solidário com os que lutam contra as causas da pobreza para que ela se aproxime mais e mais da extinção.
A comunicação social tem mostrado, nestes dias, numa vertigem de informações, o lado luminoso de Francisco, mas tem mantido uma cortina de silêncio quanto ao seu lado obscuro. E, no entanto, tal como a lua, os humanos têm, quase sempre, um lado mais iluminado e outro mais sombrio. É o caso do novo Papa.
Para trazer ao vosso conhecimento o reflexo dessas sombras, recorro ao prestigiado jornal argentino Página12, que ontem fez sair a público um artigo intitulado, "Una desmentida que no alcanza a desmentir". O texto é antecedido pela seguinte frase: "El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, leyó un comunicado en el que se señala que las acusaciones de familiares de dos curas secuestrados eran difundidas por “una publicación que lanza campañas calumniosas y a veces difamatorias”.O texto que se segue procura responder-lhe.
Eis pois o texto referido, cujo autor, o jornalista Eduardo Febbro, escreve a partir da Cidade do Vaticano:
En una declaración
personal aparecida en dicha página, Jalics escribe: “No puedo pronunciarme
sobre el papel del padre Bergoglio en aquellos hechos”. Jalics cuenta luego que,
tal como lo mencionó el vocero del Vaticano en su declaración, tuvo “la ocasión
de hablar sobre ese tema con el padre Bergoglio. (...) Estoy reconciliado con
los acontecimientos y considero que ha llegado la hora de dar el caso por
terminado”, escribe el jesuita. La edición digital del semanario Der Spiegel
difundió a su vez una declaración del portavoz jesuita, Thomas Busch, quien
cuenta que, invitado por el Arzobispado de Buenos Aires, Jalics viajó a la
Argentina hace varios años (2000) y que, luego de hablar con él, “está en paz
con Bergoglio”. Federico Lombardi argumentó que el Papa “hizo mucho para
proteger a las personas durante la dictadura”. También puntualizó que una vez
que fue nombrado arzobispo de Buenos Aires “pidió perdón en nombre de la Iglesia
por no haber hecho lo suficiente durante el período de la dictadura”. Sin
embargo, el testimonio que aporta Francisco Jalics esclarece un poco más el
doble juego de la Iglesia en aquellos años. Jalics anota que “la Junta Militar mató a
unas 30.000 personas en uno o dos años, tanto guerrilleros de izquierda como
civiles inocentes”. En esa mezcla cayeron también ellos dos: ni él ni Yorio
tenían contactos “ni con la Junta ni con los guerrilleros”. Sin embargo, Jalics
deja claro en su relato que “informaciones deliberadamente falsas”, surgidas
incluso “dentro de la Iglesia”, indujeron a que se sospechara sobre las
supuestas relaciones que Yorio y Jalics mantenían con los grupos armados. Eso
les costó el secuestro. En realidad, el testimonio de Jalics no dice gran cosa
sobre la actitud de Bergoglio. Ni lo disculpa, ni tampoco lo acusa: solo alega
que se reconcilió con él y que no puede pronunciarse sobre el papel que
desempeñó.
Página/12 no es el
único que se interesó en lo que Jorge Bergoglio podía o no saber de lo ocurrido
a partir de 1976. La Justicia francesa también puso sus ojos en él. En 2011, la
magistrada francesa del Tribunal de Gran Instancia de París, Sylvia Caillard,
remitió a Buenos Aires una comisión rogatoria internacional para que el
entonces cardenal Bergoglio prestase declaración en calidad de “testigo” en
torno del asesinato del padre francés Gabriel Longueville. La abogada francesa
Sophie Thonon confirmó en París que las “autoridades argentinas nunca
respondieron positivamente a la comisión rogatoria correspondiente a
Bergoglio”. El sacerdote francés trabajaba en la Argentina para la Orden de las
Misiones de Francia. En la noche del 18 de julio de 1976, los padres Gabriel
Longueville y Carlos Dios Murias fueron secuestrados en la localidad de
Chamical, provincia de La Rioja, por civiles armados que se identificaron como
miembros de la
Policía Federal. Al día siguiente, sus cuerpos, con evidentes
signos de tortura, fueron encontrados a 5 kilómetros de Chamical, tirados al
lado de la vía. Las
condiciones del secuestro y el asesinato de Murias y Longueville llevaron a
otro religioso a investigar y pagar con su vida esa intervención. Se trata del
arzobispo de La Rioja, monseñor Angelelli, quien llevó a cabo una investigación
para esclarecer el crimen. Su trabajo le fue fatal: el 4 de agosto de 1976, 17
días después del asesinato de Murias y Longueville, monseñor Enrique Angelelli
murió en circunstancias dudosas. La primera versión oficial estableció que
Angelelli falleció en un accidente automovilístico. Sin embargo, las pruebas
aportadas más tarde confirmaron que se trató de un atentado. El día de su
muerte, el obispo de La Rioja regresaba de Chamical, donde había celebrado una
misa y pronunciado la homilía en la cual denunció el asesinato de los dos
padres. En la camioneta que conducía Angelelli había un testigo, el padre
Arturo Pinto, y un elemento central: un portafolio que contenía las pruebas
recabadas por Angelelli sobre el asesinato de Murias y Longueville. Pinto contó
que apenas dejaron Chamical, otro auto comenzó a seguirlos. El obispo se dio
cuenta, aceleró, pero a la altura de Punta de los Llanos surgió otro coche que
lo encerró hasta hacer volcar la camioneta. El cuerpo de Angelelli fue encontrado
con la nuca destrozada a golpes.
En 2011, fecha en
que se remitió la comisión rogatoria, la abogada Sophie Thonon
juzgó que la audiencia de Bergoglio como “testigo” era necesaria para que el
entonces arzobispo de Buenos Aires aportara información sobre la posible
existencia de archivos ligados con este caso. Sophie Thonon dijo que
“seguramente este Papa no es una gran figura de la defensa de los derechos
humanos. Al contrario, está bajo sospecha de no haber denunciado los crímenes
de la dictadura, de no haber pedido cuentas y, por consiguiente, de haber
cubierto esos actos con su silencio”. La instrucción del caso del padre
Longueville sigue siempre activa en Francia, pero podría quedar en la nada
debido a las condenas que ya se pronunciaron en la Argentina contra los
implicados en el asesinato del padre Longueville. En este contexto, Sophie
Thonon consideró que “la Justicia argentina está haciendo un trabajo
excepcional sobre los crímenes cometidos en la Argentina durante la dictadura”.
Federico Lombardi evacuó el viernes la cuestión del papa Francisco sin hacer la
más mínima mención a lo ya probado: la trama montada por la Iglesia para
sustentar la dictadura argentina. Una mención, aunque fuese de disculpas o
reconocimiento, o el anuncio de alguna futura audiencia con las Madres de la
Plaza de Mayo o los defensores de los derechos humanos, hubiese sido sin dudas
más noble y acertado: habría probado que el cambio en las esferas vaticanas
empezaba al menos por ese camino. Pero la Iglesia es tan hermética a la hora de
admitir sus pecados como lo es para administrar los fondos a través del Banco
del Vaticano."
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