segunda-feira, 28 de março de 2016

BRASIL - calendário e anatomia de um golpe




O complexo mediático internacional dominante, seguindo os grupos mediáticos dominantes no Brasil, tem intoxicado o espaço informativo internacional com versões unilaterais e distorcedoras do que se passa no Brasil, tentando desesperadamente ocultar o golpe de direita que está em marcha no Brasil.

Um golpe cujo cerne se traduz no uso político de um processo que apenas formalmente é  jurídico-constitucional. É por isso útil, para não dizer indispensável, divulgar versões que reflectem as posições dos que se não deixam envolver pela direita e pelos interesses estratégicos mundiais que ela representa. É o que tenho procurado fazer.

Hoje, vou recorrer, uma vez mais, ao jornal argentino Página 12 , transcrevendo um artigo de opinião nele publicado por Eric Nepomuceno, jornalista, tradutor e escritor brasileiro, nascido em S.Paulo em 1948.


“Calendario y anatomía del golpe”  é o título do texto:

“El miércoles 29 de marzo el PMDB, principal integrante de la alianza de base de la presidenta Dilma Rousseff, anunciará oficialmente su salida del gobierno. El martes 12 de abril el partido abandonará los siete ministerios y los centenares de puestos de relieve que ocupa en la estructura del Estado (sí, porque por ese raro criterio de ética, el PMDB rompe pero no entrega de inmediato los cargos que controla). Y para el domingo 17, está previsto que la comisión de diputados encargada de analizar la apertura de un juicio político para destituir Dilma Rousseff de la presidencia anuncie su veredicto.
A estas alturas del calendario, ni siquiera la presidenta apostaría un centavo en otra posibilidad que no sea la derrota en esa etapa de la guerra.
Lo que vendrá después –sesiones de debates en el pleno de la Cámara, hasta llegar a la votación final– demandará un esfuerzo descomunal frente a las artimañas de Eduardo Cunha, en caso de que se mantenga en la presidencia de la Cámara: vale recordar que el noble parlamentario responde a seis investigaciones en el Supremo Tribunal Federal. Notorio delincuente, Cunha sobrevive gracias al corporativismo de colegas que ostentan una ficha de hazañas ilegales semejante a la de él.
Cuando llegue la hora final, la de la votación en el pleno de la Cámara, Rousseff necesitará contar con el apoyo de 171 de los 513 diputados. Hasta hace un mes, seguramente lo lograría. Hoy por hoy, nadie sabe: el mismo núcleo político que rodea a la presidenta admite que las perspectivas no son nada buenas.
Además, persiste una pregunta que gana fuerza por eses días: aún logrando 171 votos, ¿cómo va a gobernar frente a la oposición de todos los demás diputados?
A menos que se produzca alguna condición inesperada con fuerza suficiente para interrumpir el proceso en marcha, terminará de esa melancólica manera el segundo mandato de la primera mujer en presidir el país más poblado y la economía más poderosa de América latina.
Y más: se cerrará el período de trece años y medio en que Brasil, gobernado por un partido de izquierda, el PT, experimentó los más formidables cambios sociales de los últimos 65 años.
Todo eso se acabará gracias a una nueva modalidad de golpe de Estado, la que viene envuelta en aires de legalidad institucional.
La nebulosa trama de resentimientos y traiciones que ha desaguado en esa situación empezó con la derrota de Aécio Neves en octubre de 2014, por un margen de poco menos de 4 por ciento de los votos. En seguida el PSDB, derrotado por cuarta vez consecutiva, se lanzó a intentos de revertir, por la vía institucional, la decisión soberana de las urnas.
Así, y con pleno respaldo mediático, decidió aprovechar un operativo –la Operación Lavado Rápido– implantado para investigar esquemas de corrupción en empresas estatales, especialmente la Petrobras, para denunciar que parte de las coimas y comisiones ilegales distribuidas alegremente por grandes constructoras sirvieron, además de enriquecer a media docenas de funcionarios, para engordar los fondos de la campaña de Rousseff.
Por tanto, se contó con la decisiva participación de sectores de la Policía Federal, versión tropical del FBI norteamericano, que participaron activamente de la campaña de Neves contra Rousseff, y también con un juez de primera instancia obcecado por demostrar que el PT es un nido de ladrones y que Lula da Silva no merece otro destino que las hogueras del Infierno. La cantidad de abusos practicados tanto por la Policía Federal como por un arbitrario e irresponsable juez de primera instancia, Sergio Moro, es impactante.
También impactante ha sido la forma, al menos hasta ahora, con que Moro actuó impunemente. A nombre de la Justicia, cometió un sinfín de ilegalidades, a tal punto que no es absurdo afirmar que en Brasil los militares ya no son necesarios para golpes de Estado: basta dejar que actúen la Policía Federal, parte del Poder Judicial y que entre en escena con fuerza total la obscenidad que caracteriza de manera esencial el Congreso.
Como perla final, vale destacar la actuación determinante de los medios hegemónicos de comunicación, muy especialmente el grupo Globo, el más poderoso de Latinoamérica. Lo que los medios del grupo Globo hacen supera las más perversas prácticas de la indecencia periodística.
Si a eso se suma la absurda lentitud de las más altas instancias judiciales para frenar la mano de un juez arbitrario e irresponsable, y de las autoridades superiores en estancar los abusos de la Policía Federal, el cuadro se completa.
Pues así se armó este golpe cuyas consecuencias nadie podrá prever.
Frente al abandono del PMDB –concretamente, la última traición del más desleal aliado de la historia– poco espacio le queda a Dilma Rousseff para intentar revertir un cuadro francamente adverso en el Congreso. Quizá aproveche los ministerios, cargos y puestos que le son devueltos para salir distribuyendo prebendas a cualquier diputado, de cualquier partido, que le jure lealtad a la hora del voto.
El problema es que ni siquiera en esa clase de prostitución institucional existente en el Congreso la presidenta podrá confiar.”


domingo, 27 de março de 2016

Demos a palavra a DILMA ROUSSEF



Dilma Roussef, Presidenta da República do Brasil, deu em Brasília uma entrevista a alguns grandes jornais estrangeiros de larga  projeção. Terá  assim procurado romper o garrote mediático que teceu em seu redor a grande imprensa brasileira. Uma cadeia de “jornalões” que têm vindo a reasssumir a pele de sujeitos políticos que já haviam vestido nos anos 60 do século XX, quando contribuiram para abrir caminho ao golpe militar que instaurou uma ditadura que durou mais de vinte anos.

Vou transcrever a entrevista da responsabilidades do jornalista Darío Pignotti, publicada no prestigiado  jornal argentino Página/12 .

O título do texto é uma frase de Dilma : Si hoy hubiera un golpe en este Brasil democrático sería un tipo de golpe institucional”. E encimando- o pode ler-se que : “Rousseff asegura que el intento de destituirla a través de un impeachment no tiene sustento legal. “Pueden investigarme del derecho y el revés, que no van a encontrar nada.” La mandataria enfatiza que no va a renunciar. “Me piden que renuncie para evitarse el mal trago de tener que echar de forma ilegal a una presidenta elegida.”

 “Es muy triste que hoy se cumplan 40 años del golpe de Estado en la Argentina, y al mismo tiempo debemos estar muy alegres de que ahora los argentinos tengan un sistema democrático. Los golpes cambian sus características con el correr de tiempo, si hoy hubiera un golpe en este Brasil democrático sería un tipo de golpe institucional”. Esa fue la primera respuesta de la presidenta Dilma Rousseff durante una entrevista de casi 100 minutos ofrecida ayer en la amplia mesa de madera circular de su despacho del tercer piso del Palacio del Planalto. Dilma está sentada junto a una pared blanca en lo alto de la cual hay un escudo brasileño. Pide que enciendan el aire acondicionado, “si no, nos vamos a freír”, mientras los mozos ofrecen jugo de naranja natural. Es una mañana calurosa, característica del otoño brasileño: lo atípico es que hasta el inicio del encuentro no se vieron grupos hostiles al gobierno y la democracia merodeando el palacio, que ha sido hostilizado casi a diario con consignas que van desde el “impeachment ya” hasta “S.O.S Fuerzas Armadas”.
“Nosotros tuvimos golpes militares en América Latina en aquellos años setenta, conozco lo que pasó en la Escuela de Mecánica de la Armada... ahora no se dan esos golpes, ahora tratan de romper el delicado tejido democrático...alimentan la intolerancia...buscan romper el pacto (social) basado en la Constitución de 1988”. Ella afirma que no se puede voltear a un presidente de la república legítimamente electo, salvo que se pruebe que cometió crimen de responsabilidad (en el ejercicio del mandato). “Si no hay pruebas contra mí, (para sustanciar el impeachment) esto es golpe, golpe contra la democracia”, reforzó la mandataria ante una pregunta de Página/12, el único diario latinoamericano que participó en el encuentro junto a The New York Times, Le Monde, El País, The Guardian y Die Zeit.
“En una democracia tenemos que reaccionar de forma democrática. Recurriremos a todos los instrumentos legales para dejar claro las características de este golpe. Pero yo les recomiendo que se pregunten a quiénes beneficia esto, muchos de los cuales ni siquiera han aparecido aún en escena”.
Mientras subimos del segundo al tercer piso del palacio por una rampa helicoidal (con la firma del arquitecto modernista-comunista Oscar Niemeyer), la misma por la que Lula, cabizbajo, y Dilma descendieron el jueves pasado cuando aquél fue puesto en funciones de ministro, un asesor habla del carácter “aguerrido” de la presidenta a medida que se cierra el cerco para destituirla.
Bastante delgada a fuerza de andar en bicicleta por las mañanas y el estrés de enfrentar una conspiración por día, Dilma no tiene el semblante de alguien abatido. Antes bien lo contrario. Viste una blusa bordó y negra completada con una gargantilla dorada, poco maquillaje, pintura en los labios pero no en la uñas. Sobria, pero sin ser monacal.
Cuando se la indaga sobre la posibilidad de que renuncie al cargo alza la voz y responde mirando con firmeza a uno de los corresponsales.
“Me piden que renuncie. ¿Por qué? ¿Por ser una mujer frágil? No, no soy una mujer frágil. Mi vida no fue eso. Piden que renuncie para evitarse el mal trago de tener que echar de forma ilegal a una presidenta elegida”
Asegura que los enemigos del gobierno subestiman su capacidad de enfrentar las adversidades. “Ellos piensan que yo estoy completamente afectada, presionada, desestructurada, y no lo estoy, es verdad que no lo estoy. Yo tuve una vida muy complicada, tenía 19 años (inicio de la década del 70, militaba en una organización armada) cuando estuve tres años presa.
Acá la prisión no era nada leve, era muy pesada, tal vez similar a la de Argentina, aunque creo que la de Argentina fue un poco peor porque el asesinato de personas allá fue más generalizado. Pero en Brasil también hubo muchas muertes. Entonces si uno compara, verá que yo ya luché en aquella época en condiciones mucho más difíciles que las de ahora que estamos en democracia. Esta situación es más segura. Yo voy a luchar, no voy a renunciar, para sacarme de acá van a tener que probar (que hubo violación de la ley). Por eso digo que tenemos que reaccionar, por eso la consigna de la gente que me apoya es no va a haber golpe”.
Recuerda que el mentor del “impeachment” (juicio político) contra ella es el jefe de Diputados, Eduardo Cunha, titular de varias cuentas comprobadas en Suiza en las que fueron depositados cinco millones de dólares de posibles sobornos cobrados para mediar contratos en Petrobras.
En contraste, sigue Dilma, desde que comenzó su segundo gobierno en 2014, y como parte de lo que considera una campaña para derrocarla con acusaciones insustentables, “he sido investigada debida e indebidamente por la prensa y por todo el mundo. Pueden investigarme del derecho y el revés, que no van a encontrar nada”.
Señala que el impeachment “legalmente es algo muy débil”. “Y surge porque el presidente del Congreso, Eduardo Cunha, dijo que si no votábamos en contra de una investigación contra él, ponía en marcha el proceso”.
“No tengo sentimiento de culpa. En fin, aquí en Brasil te detienen por tener perro y por no tenerlo, así que no sé cuál es la respuesta correcta. Seguro que me critican por no deprimirme. Y duermo muy bien. Me acuesto a las diez de la noche y me levanto a las seis menos cuarto de la mañana”.
Vallas reforzadas, agentes de seguridad apostados en puntos estratégicos de la Plaza de los Tres Poderes, en el centro de la ciudad, y controles de metales más exhaustivos para ingresar a la sede de una administración que, sitiada, se atrinchera en defensa de la democracia. “No pasarán”, garantiza la jefa del gobierno, asumiendo que el gigante sudamericano está ante una eventual guerra política de desenlace incierto.
Tanto ella como su compañero Luiz Inácio Lula da Silva, “el mayor líder político” del país, cayeron en la cuenta de que el campo opositor –jueces, medios, banqueros y partidos conservadores– desde comienzos de marzo evolucionó de una fase desestabilizadora en la que se combinaban obstrucciones parlamentarias con denuncias aparatosas, al golpismo sin ambages.
En este ascenso destituyente creció el protagonismo del juez Sergio Moro, una suerte de templario que se exhibe batiendo su espada (mediática) contra la corrupción, cuando la verdad seca es que lo mueve una ambición menos jurídica que política: la de cazar a Lula, con métodos ilegales, para así dar el tiro de gracia al gobierno.
El 16 de marzo ese magistrado de primera instancia interceptó una llamada de Lula y Dilma, la que un par de horas después entregó a la cadena opositora cadena Globo. Con una edición mañosa de esa grabación superpuesta a otras pinchaduras facilitadas por el juez, Globo agitó a la audiencia y la incitó a volcarse a las calles, generando otra noche de furia.
Hay sectores que, montados en la efervescencia del público antidilmista, “estimulan la violencia, estimulan la agresión a los ministros (en restoranes y aviones), a diputados, eso tiene un nombre, eso se llama fascismo”, sostiene la presidenta del Partido de los Trabajadores.
Miembros del gabinete consideran que esa intercepción de la llamada telefónica ordenada por Moro no fue sólo una espolada para excitar a las hordas, con ella también buscó impedir que Lula asuma al día siguiente su cargo de ministro. Y lo logró porque otro magistrado opositor determinó la “suspensión” del nombramiento que sigue en vigor por lo menos hasta la semana próxima.
Al comprobar el incendio causado por las pinchaduras, lo que incluyó una generalizada crítica de juristas y hasta de miembros de la Corte, Moro dijo que su actitud era comparable a lo ocurrido en los años 70 en Estados Unidos bajo la presidencia de Richard Nixon.
De alguna manera Moro pareció querer equiparar la caída de Nixon en el 74, envuelto en el escándalo de Watergate, con su anhelado fin anticipado de la mandataria petista.
Mal informado, el popular juez que según algunos sondeos tiene más de 15 por ciento de intenciones de voto para presidente, fue desmentido ayer por Dilma. “Alegar el antecedente norteamericano es ridículo, porque el gran invasor de las conversaciones era el presidente de la república que grababa a quien entraba (Casa Blanca), mientras acá en Brasil lo que pasó fue que un juez de primera instancia graba a la presidenta de la república”, disparó ayer. Anteayer lo había acusado de violar la “seguridad nacional”. “La actitud correcta debiera haber sido enviar la grabación al Supremo Tribunal Federal” que es el único órgano que tiene competencia para juzgar a una jefa de Estado.
Sin mencionarlo por su nombre y apellido, Dilma le enrostró a Moro el ser parte de la estrategia de “cuanto peor mejor” pergeñada por la oposición. La intercepción telefónica es algo inaceptable, “El juez tiene que ser imparcial, no puede jugar con las pasiones políticas”.


quarta-feira, 16 de março de 2016

Lula no governo brasileiro

¿Por qué Lula formará parte del Gobierno de Dilma? - interrogava-se o politólogo brasileiro Emir Sader, na página virtual do diário espanhol "Público" . É esse curto mas incisivo texto que hoje vou transcrever .



Después de reflexionar mucho, de sufrir muchas presiones —incluso de la carta abierta de Leonardo Boff– para que aceptara la invitación de Dilma Rousseff sobre su integración en el Gobierno, Lula aceptó y será ministro. La derecha, por su parte, no le ha culpado de querer rehuir de las acusaciones porque ya goza del derecho a responder ante el Supremo Tribunal Federal (STF).

Para ello, el ex mandatario tiene una respuesta preparada: cercará la acción de los promotores regionales cuyas actuaciones arbitrarias han demostrado que se trata de una persecución política. Esta situación quedó muy clara cuando declaró el día 4 de marzo en el Aeropuerto de Congonhas, en Sao Paulo, así  como la intempestiva solicitud de prisión de otro promotor, que fue rechazada por una jueza.

Sin embargo, la razón fundamental para que Lula acepte la invitación es la de fortalecer al Gobierno de Dilma Rousseff en este momento de debilidad. Por una parte, por la crisis económica que se alarga y se profundiza, demostrando así que las medidas tomadas por el Ejecutivo no son efectivas, ya que han generado más recesión y más desempleo. Así pues, el Gobierno recuperará el apoyo popular que había perdido.

Por otra parte, la incapacidad del Gobierno para mejorar los movimientos políticos lo ha llevado a su aislamiento en el Congreso, que hace posible que la alianza entre el Partido del Movimiento Democrático Brasileño y el Partido de la Social Democracia Brasileña obtenga la mayoría suficiente para votar el ‘impeachment’ de la presidenta, aun sin contar con acusaciones fundamentadas. Incluso, quitarle el poder a Dilma Rousseff por parte de algunos sectores parlamentarios.


Cualquiera que sea el cargo que asuma —jefe de la Casa Civil o secretario de Gobierno—, Lula se encargará de recomponer las articulaciones  gubernamentales, empezando por acercar a los sectores del PMDB al Gobierno y alejarlos del PSDB y de los proyectos golpistas. Asimismo, Lula se valerá de sus contactos para recomponer las relaciones del gobierno con los empresarios, actualmente muy alejados del Gobierno, para retomar el crecimiento económico. De esta forma, Lula adecuará la política económica que siempre ha defendido frente a Dilma.

El ex mandatario también mediará con el Partido de los Trabajadores, con la izquierda en su conjunto y con los movimientos sociales. Además, pondrá voz al Gobierno en los medios de comunicación y en los discursos públicos.

Como consecuencia, Lula responderá a las acusaciones del Supremo Tribuna Federal y quedará libre de los promotores regionales. Esto debilitará las investigaciones de la operación Lava Jato, así como las iniciativas para implantar el ‘impeachment’.

Lula se disputa el apoyo del Gobierno. La oposición teme a que Lula no vuelva a salir del Palacio de Planalto, ya que, seguramente, será candidato a la Presidencia en 2018.

domingo, 6 de março de 2016

A Insuportável Pobreza dos Ricos

           
Roberto Amaral é um dos expoentes históricos da esquerda brasileira. Abandonou a presidência do Partido Socialista Brasileiro, quando nas últimas eleições presidenciais este decidiu apoiar, na segunda volta, Aécio , candidato da direita, contra Dilma, a atual Presidente.
Vou reproduzir hoje mais um texto seu, publicado na página da revista CartaCapital, datado do passado dia 4 de março, no qual ele comenta a atual conjuntura política brasileira , incendidada pela recente provocação dirigida contra Lula. A comunicação social brasileira na sua larga maioria,  em especial os grupos mediáticos dominantes, bem como os seus ecos internacionais, são claramente tendenciosos e e hostis a Lula, a Dilma e ao Partido dos Trabalhadores. O que se publica em Portugal é um espelho fiel de tudo isso. É por isso importante que sejam conhecidas vozes que o complexo mediático internacional ignora.
O texto que hoje publico intitula-se, O impeachment de Lula”. Tem a seguinte frase de abertura : “Fragilizados o governo e as estruturas partidárias de esquerda, o ex-presidente Lula se afigura como o último obstáculo.”
Eis o texto:


 “Quando se me impõe a solução de um caso jurídico ou moral, não me detenho em sondar a direção das correntes que me cercam: volto-me para dentro de mim mesmo e dou livremente a minha opinião, agrade ou desagrade a minorias ou maiorias”.  
Estas palavras são de Rui Barbosa, em carta dirigida a Evaristo de Morais, o grande advogado, incitando-o a assumir a defesa de José Mendes Tavares, réu previamente condenado pelo que então se chamava de ‘opinião pública’. Trata-se, como se vê, de lição extremamente atual, quando o STF de nossos dias assume a responsabilidade de violar a Constituição brasileira sob a alegativa de estar atendendo ao ‘clamor das ruas’.
Refiro-me à decisão de liberar a execução da pena de prisão após condenação confirmada em segundo grau, ao arrepio do ditado claro da Constituição (Art. 5º, LVII): “ninguém será considerado culpado até o trânsito em julgado de sentença penal condenatória”.
Legalizando a prisão antes de definitivamente estabelecida a culpabilidade do acusado, o STF torna-se agente de um direito criminal promotorial, penalista, punitivista, reacionário, atrasado.
Caminhando na contramão da moderna criminologia, torna-se caudatário do conservadorismo e se faz instrumento do processo em curso de regressão política que visa à construção de um Estado autoritário, promovido ideologicamente pela grande imprensa.
Só o direito do arbítrio, o direito da força que anula a força do direito, pode autorizar, como acaba de fazer o STF, a execução da pena cerceadora de liberdade enquanto ainda se duvida se o acusado é culpado ou inocente.
A prisão, nessas circunstâncias, deixa de ser o ato final de um processo condenatório para transformar-se no momento inaugural das investigações, que se abrem não para apurar fatos e responsabilidades, mas para provar a culpabilidade do acusado escolhido para ser condenado.
Nesse contexto, a ‘delação premiada’ é instrumento de barganha que a autoridade investigadora manipula a fim de obter do acusado preso não necessariamente a apuração de possível crime, mas a revelação selecionada de acusações contra quem a investigação quer condenar.
Alegar, como justificativa dessa agressão jurídica, a audiência das ruas, é, no mínimo, um escárnio.
Nas ruas de Berlim sob o nazismo multidões ensandecidas julgavam e puniam seus adversários. Turbas envenenadas pela propaganda estimulavam a perseguição aos dissidentes, condenados aos campos de concentração, independentemente de culpa, mas simplesmente por serem judeus, comunistas ou homossexuais.
No vestibular da Guerra Fria o macarthismo, sem precisar refazer a Constituição ou as leis, instalou nos EUA a perseguição política e o terror, em nome de um nacionalismo xenófobo e de um anticomunismo de indústria.
Aqui, a implantação da última ditadura, em 1964, foi precedida de maciça mobilização da opinião pública, levada a cabo pela imprensa, animadora das marchas ‘com Deus pela liberdade’.
Esse especioso ‘clamor das ruas’ é o outro lado do discurso único de uma imprensa monopolizada, unificada pelo ódio, pela vindita e pelo projeto comum de poder, aquele poder reiteradamente negado às forças conservadoras pelo processo eleitoral.
É essa imprensa, poderosíssima, que escolhe as vítimas e seus protegidos, que elege os inimigos públicos escolhendo-os entre seus adversários de classe, elege os réus e os julgadores e aos julgadores dita as penas a serem aplicadas, independentemente do aparato normativo, porque na  sua aplicação é sempre possível torcer e distorcer a lei, ou criar doutrina nova, como a teoria do domínio do fato, ou refazer-se a jurisprudência, segundo o víeis de maiorias ocasionais.
Essa coalizão de direita dirige a política, dita a pauta do governo em minoria legislativa e popular para o que tem sido decisiva a oposição midiática. Essa coalizão dita o discurso oposicionista que impõe ao governo o receituário do neoliberalismo. 
Essa coalizão comanda a privatização e a desnacionalização, põe de joelhos um Congresso que tem em Renan Calheiros e Eduardo Cunha, seus líderes, o melhor indicador de sua decadência e de seu descompromisso com a sociedade, a ética e o País.
De costas para os interesses das grandes massas, cuja emergência política tira-lhe o sono, a classe dominante, despida da legitimidade da soberania popular, impõe seus interesses sobre os interesses da nação e do País.
A cantilena reacionária dos meios de comunicação é um de seus instrumentos de dominação, o mais eficaz quando se trata da luta ideológica. Foi assim no enfrentamento ao governo Vargas, foi assim na campanha contra Jango e o pleito das reformas de base, foi assim contra Lula e é assim contra Dilma. Foi assim e pelos mesmos motivos a destruição de Leonel Brizola, empreendida pelo sistema Globo.
O projeto de hoje é a institucionalização da exceção jurídico-política dentro da ordem formalmente democrática. Estamos nas primícias de uma inflexão autoritária declarada contra os interesses populares e a soberania nacional.
Daí a necessidade de destruir as organizações populares de esquerda e seus ícones, se possível desmoralizando-os moralmente diante da sociedade que sempre os respaldou.
Daí o concerto de ações. Para levar a classe-média a defender os interesses das elites, a estratégia política é a de sempre: jogar as lideranças de esquerda na vala comum da corrupção onde o capitalismo se banqueteou e se banqueteia.
Eis por que, a serviço desse poder sem peias, sem limites éticos ou legais, as estruturas estatais – os órgãos de investigação, a polícia, os ministérios públicos, as instâncias judiciais, os juízes de primeira instância e os tribunais superiores, a receita federal etc. – têm, hoje, uma só missão: provar que Luiz Inácio Lula da Silva é um político corrupto.
A desconstrução do líder popular integra o projeto que compreende a deposição da presidente, a destruição do PT e, a partir dela, a destruição e desmoralização das esquerdas brasileiras.
Assim estará aberto o caminho para a tomada do poder pela direita, pelo conservadorismo, pelo atraso, pelo fundamentalismo político, revogando ou reduzindo as conquistas sociais e derruindo a soberania nacional com a retomada do entreguismo e da onda das privatizações a serviço da desnacionalização: já agora, ante a passividade de um governo fragilizado, os mais lucrativos ativos da Petrobras (entre eles poços em atividade) são vendidos na bacia das almas e o Senado intenta doar o pré-sal – promessa de nosso desenvolvimento autônomo – às grandes petroleiras multinacionais.
A mudança política desta feita é operada sem golpe de Estado clássico, sem apelo às armas, sem nova ordem constitucional, sem novos atos institucionais. Ao contrário, efetiva-se sob o império da mesma Constituição (mas reinterpretando-a), com o mesmo direito (mas reinventando-o) mediante ‘interpretações criadoras’ como o ‘domínio do fato’.
O Brasil é, presentemente, um experimento de tomada do poder por dentro do poder, uma tomada do governo por dentro do governo, sem apelo à violência, sem ruptura constitucional, respeitada a legalidade (reinterpretada) e dentro de seus limites formais.
Esta operação depende diretamente da fragilização da presidente Dilma, e conta com seu recuo politico. As seguidas tentativas de impeachment e a resistência do Congresso à sua política servem a esse propósito. Mas não é tudo. A direita pensa longe. Ela vislumbra 2018 e alimenta esperanças de sucesso eleitoral. Trata-se, agora, já, de inviabilizar o eventual retorno do ‘sapo barbudo’.
Fragilizado o governo, fragilizadas as estruturas partidárias de esquerda, o ex-presidente Lula se afigura como o último obstáculo a esse projeto. Precisa, pois, ser removido do caminho. Por isso mesmo foi condenado pelo tribunal de exceção da grande imprensa.
Por isso, sua vida está sendo violentamente invadida, exposta, num processo de humilhação a que nenhum outro homem público foi submetido até hoje. Se afinal nada for comprovado, nenhum problema, pois a pena previamente ditada já terá sido aplicada, mediante a execração pública a que está sendo submetido o ex-presidente.
Esta operação, em curso, conta com o recuo, via intimidação, do ex-presidente. Está, pois, em suas mãos o que fazer, e só lhe resta a mobilização das massas. O Lula acuado é presa dócil. Nas ruas é promessa de luta, resistência e avanço. Foi assim que em 2005 transformou uma cassação iminente na consagração eleitoral de 2006.
A escolha agora é dele: sucumbir sem glória, ou encarnar a resistência à destruição da proposta de fazer do Brasil uma nação soberana, desenvolvida e socialmente inclusiva.


sábado, 5 de março de 2016

Magistrados ou funcionários da superestrutura?

Na página virtual da revista brasileira CartaCapital foi publicado hoje um texto da jornalista brasileira  Bia Barbosa, especialista em direitos humanos e integrante da coordenação do Intervozes. O texto tem como título: "Operação Aletheia e a nova aula global de manipulação midiática." Em complemento do título sublinha-se que : "Associação Judiciário-PF-mídia foi essencial para constranger ilegalmente Lula, enfraquecer o PT e o governo e fortalecer os protestos pró-impeachment."

Ontem, subiu-se mais um degrau na campanha politico-judicial dirigida no Brasil, contra o Partido dos Trabalhadores ,ao qual pertencem quer Dilma, a atual Presidente, quer Lula, o anterior: e também contra ambos. Prenderam eLula para interrogatório, durante algumas horas. 

A grande comunicação social brasileira, altamente concentrada, é uma peça determinante da campanha destinada a  destruir o PT, único partido da esquerda brasileira capaz de disputar o poder. Está muito longe de ser isenta na informação quanto ao que se passa hoje no Brasil . Para ajudar a compreender isto mesmo, o texto que a seguir transcrevo é relevante:




Não é à toa que democracias consolidadas possuem mecanismos de regulação do setor de comunicações para garantir o que os padrões internacionais definem como “discurso pluralista e democrático”. Quem preza pelo Estado de Direito sabe que uma esfera pública midiática dominada por uma única empresa e que um jornalismo que não respeita o mínimo equilíbrio de vozes podem ser destrutivos para qualquer nação.
Nesta sexta-feira 4, em que o País parou para acompanhar o desfecho da operação da Polícia Federal que levou o ex-presidente Lula coercivamente para depor, o Brasil, uma vez mais, presenciou uma aula de manipulação da opinião pública pela Rede Globo.
Não precisamos recuperar aqui a história das Organizações Globo neste campo. Ela é bastante conhecida. Mas, em momentos de crise política como o que vivemos, em que princípios constitucionais são ameaçados diariamente, mostra-se fundamental jogar luz em como tem se dado o processo de “informação” e formação da opinião dos brasileiros.
Não se trata aqui de defender o ex-presidente Lula e o PT, tampouco de negar a importância que um fato como este deve ter para os meios de comunicação. Mas o que se espera de uma concessionária do serviço público de radiodifusão, num momento como este, é objetividade – até porque a “isenção e imparcialidade” que Bonner afirma a Globo ter, não existem.
O que se viu, entretanto, ao longo de uma hora e vinte minutos no principal telejornal do país, está muito distante disso.
Não precisamos entrar na análise do discurso das matérias veiculadas nesta sexta pelo Jornal Nacional, aquele que se arvora o papel de fazer a síntese do dia, “para que o cidadão esteja sempre bem informado”. Vamos aos fatos, como a Globo gosta, e deixar cada um tirar suas conclusões.
1 - Primeiro bloco do JN: 21 minutos de matérias, e nada mais que cinquenta segundos (25 vezes menos) com a posição da defesa. Na matéria de seis minutos e dez segundos sobre os pagamentos que o Instituto Lula e a LILS receberam por palestras feitas pelo ex-presidente, somente a PF falou.
2 - Segundo bloco: mais 15 minutos de matérias. Vinte segundos com a posição do ex-presidente e 20 com uma fala de Paulo Okamotto, presidente do Instituto Lula.
A defesa dos empresários acusados de envolvimento nas obras do sítio de Atibaia foi lida pelos apresentadores na bancada, totalizando pouco mais de um minuto e meio.
Na matéria sobre o tríplex do Guarujá, sete segundos para citar a nota do Instituto Lula em 2 minutos e cinquenta segundos de reportagem.
3 - Quase quarenta minutos desde o início do JN tinham se passado quando foi ao ar a primeira fala de Lula, na matéria sobre a declaração que ele fez à imprensa e à militância na sede do Diretório Nacional do PT. Lula teve voz por sete minutos e meio. Um minuto e quinze de Dilma criticando a operação vieram na sequência.
Rui Falcão, presidente do partido, teve direito a dezesseis segundos. Na matéria sobre as repercussões no Congresso, um minuto para a oposição e 30 segundos para o PT – e mais dois do repórter divulgando informações de como a direita pretende paralisar o Parlamento até o impeachment sair.
4 - Na matéria sobre os atos que aconteceram pelo País, o mesmo número de citações para os atos pró e contra Lula, independentemente da gritante diferença entre o número de pessoas que eles mobilizaram. Depois, mais um minuto só para mostrar as pessoas que, atendendo ao chamado da oposição, bateram panelas ou aplaudiram o início da transmissão do Jornal Nacional.
Do outro lado, mais de dois minutos mostrando militantes do PT hostilizando repórteres da Globo.
Durante a tarde, na GloboNews, a empresa já tinha batido várias vezes na tecla de que “o PT está inflando a militância para o confronto”, desconsiderando totalmente a legitimidade de quem está sendo atacado se defender também nas ruas.
Gerson Camarotti entrou pela internet do aeroporto de Congonhas para dizer: “O que estamos vendo em Congonhas é uma amostra do que o PT está deflagrando hoje”, numa absurda inversão dos fatos.
5 - O JN trouxe ainda uma matéria sobre “os destaques negativos” na imprensa internacional, por mais dois minutos. E informou que o mercado reagiu positivamente aos fatos, com alta na Bolsa de São Paulo e queda no valor dólar. Totalizando, foram 64 minutos de matérias acusando Lula e publicizado os argumentos e informações da PF, dos quais menos de 13 com o outro lado.
6 - Um dos principais assuntos em discussão ao longo do dia, a legalidade da condução coercitiva de Lula e de mais dez investigados, não mereceu a atenção do Jornal Nacional. Nem mesmo a opinião dos quatro especialistas em direito penal que foram chamados pela GloboNews ao longo do dia e que, de forma unânime, falaram que tal condução não tinha fundamento legal convenceram o JN.
Alguma menção à declaração contundente de dois ministros do STF que consideraram a ação da PF arbitrária? Nada. À Folha de S.Paulo, Marco Aurelio Melo disse que “o atropelamento não conduz a coisa alguma. Só gera incerteza jurídica para todos os cidadãos. Amanhã constroem um paredão na praça dos Três Poderes". E criticou o argumento utilizado pelo juiz Sergio Moro para embasar a condução coercitiva de Lula: "Será que ele queria essa proteção? Eu acredito que na verdade esse argumento foi dado para justificar um ato de força (…) Isso implica em retrocesso, e não em avanço."
Mas a Globo não achou importante ouvir o STF neste caso. Pelo contrário, colocou declarações da OAB e de associações de magistrados e procuradores que defenderam a ação da PF.
Para além da edição desta sexta do Jornal Nacional, a cobertura deste “dia histórico”, como afirmaram os comentaristas da Globo, contou com vários aspectos condenáveis. Um deles foi o discurso claro de que a economia só vai melhorar quando o governo mudar.
Outro, a acusação de que Lula está, “uma vez mais”, dividindo o país, fazendo um discurso de “perseguição e orquestração”. A comentarista política da Globo News, Cristiana Lobo, chegou a falar em “síndrome de perseguição”. Às 20h, o canal por assinatura da empresa fez um “resumo das declarações do dia”. Nenhuma foi crítica à operação.
Não é muito difícil, portanto, concordar com a definição de orquestração. Sobretudo quando se sabe que jornalistas de diferentes veículos tomaram conhecimento da operação Aletheia antes mesmo dos advogados dos acusados.
A associação Judiciário-Polícia Federal-meios de comunicação se mostrou essencial para os objetivos do dia serem alcançados: constranger ilegalmente o ex-presidente Lula, desmoralizar o PT, enfraquecer o governo e fortalecer os protestos pró-impeachment agendados para o dia 13 de março.
Não há coincidência nos acontecimentos do período recente. Da divulgação da delação de Delcídio aos vazamentos seletivos, passando pelo silenciamento da imprensa diante das denúncias de desvio dos recursos públicos pelo também ex-presidente Fernando Henrique Cardoso e pela tentativa de censura contra os blogueiros que denunciaram o esquema da mansão dos Marinho em Paraty.
Reconhecer isso é forçoso, independentemente dos indícios apresentados pela PF contra Lula ou do que ficará efetivamente provado ao final das investigações.
Da mesma forma, é forçoso reconhecer que parte significativa desta crise é resultado direto da ausência de enfrentamento à vergonhosa concentração dos meios de comunicação no País, nos 13 anos de governo petista. Aqui, se está colhendo o que se deixou de plantar.
Mas quando as regras do jogo são rasgadas com tamanha facilidade; quando parcela das instituições que devem zelar pelo respeito às leis são guiadas por fatores políticos; quando a mídia nega o direito da população a uma informação plural, acusa e condena previamente; e quando se vê a maioria da população comprando esta narrativa e aplaudindo a espetacularização do justiçamento a todo custo, não é a biografia do Lula, os feitos de seu governo ou o projeto do PT que estão em risco. É a nossa democracia.

quarta-feira, 2 de março de 2016

HOJE, EM COIMBRA