Dilma Rousseff (Belo Horizonte, 1947) está ante el mayor desafío de su vida, convertirse en la primera mujer que gobierne Brasil. Es la protegida del presidente Lula da Silva y él no ha dudado nunca en que ella debía ser su sucesora en el cargo a pesar de que la actual ministra de la Casa Civil (jefa de Gabinete) jamás compitió en las urnas por un cargo público. Lula no titubeó ni cuando se alzaron algunas voces dentro del Partido de los Trabajadores (PT) en contra de la candidatura de Rousseff -no es una baronesa del partido- ni cuando tuvo que ser operada el año pasado para extirparle un tumor linfático.
Arrastra Rousseff un pasado de militancia activa y de lucha contra la dictadura que vivió Brasil entre 1964 y 1985. La candidata del PT estuvo involucrada directamente en la lucha armada contra los militares hasta que en 1970 fue detenida y enviada tres años a una prisión, donde sufrió torturas. Era conocida como la Juana de Arco del movimiento guerrillero Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares, uno de los más importantes de la época. Ya a finales de los años setenta contrajo matrimonio con otro integrante de la guerrilla, Carlos Franklin Paixão de Araújo, con quien tuvo su única hija y se estableció en Rio Grande do Sul. Allí se graduó en Ciencias Económicas en 1977 y allí empezó su carrera política, primero en el Partido Democrático Laborista y, desde 1999, en el PT.
En Madrid estuvo ayer apenas unas horas. Y para ser quién es, no es baladí destacar que llegó con una comitiva modesta y se hospedó en un hotel también modesto. Tiene fama de dura, pero eso es imposible de confirmar en una sola entrevista. Sí se puede decir que es enérgica, que parece muy segura de sí misma, y que no le gusta que le interrumpan.
Pregunta. ¿Si gana, seguirá el modelo político de Lula?
Respuesta. Voy a continuar el modelo de Lula pero con corazón y alma de mujer. No para repetir, sino para progresar. Para mí la mujer tiene una gran capacidad de cuidar y, al mismo tiempo, de estimular. Por supuesto que el hombre también puede ser cuidadoso, pero la mirada femenina es distinta. El programa de asistencia Bolsa Familia [las familias reciben dinero a cambio de que los niños vayan a la escuela y se vacunen], por ejemplo, lo gestiona la madre. En primer lugar, porque ella tiene un papel clave en la cohesión de la familia. Y en segundo porque... ¿Acaso usted conoce a una madre que si le dan dinero no lo destine al bienestar de sus hijos? Difícil ¿No? En Brasil, una de las mayores tareas pendientes es la recomposición de los lazos. Con mejorar la situación económica no basta, también hay que reconstruir la familia porque es clave para mejorar la educación, para combatir la delincuencia... En definitiva, para crecer como sociedad. Esta recomposición de los lazos familiares debe colocarse en el centro de la agenda política. Y no es tarea para un mandato, sino de muchos años de trabajo... En Brasil, privilegiar a la mujer no es una política de género, es una política social. El 30% de las familias brasileñas están encabezadas por mujeres. El 52% de la población somos mujeres, y el 48% restante son nuestros hijos. No se trata de crear un matriarcado, sino de darle a la mujer la importancia que tiene para la estructura familiar. Lula tiene mucha sensibilidad con este tema, él fue criado por una mujer fuerte.
P. ¿No teme que la sombra de Lula perjudique su carrera?
R.
P. Esta es la primera vez que opta a un cargo electo ¿Cómo se siente? ¿Cómo está su salud?
R. La presión es la misma que cuando se está dentro del Gobierno, quizá incluso menor, porque cuando se gobierna hay que dar respuestas todos los días. El proceso electoral es distinto... Hay discusiones, debates, viajes... Pero me permite estar más cerca de la gente. Y el pueblo brasileño es muy alegre, muy sentido... Me gusta mucho, la verdad. Y de salud me siento muy bien.
P. ¿Si gobierna, cómo conjugará las políticas de crecimiento económico con la protección del medio ambiente?
R. En Brasil, el 87% de la energía eléctrica procede de las plantas hidroeléctricas, es decir, que es renovable. Añadido a esto, la energía eólica está aumentando significativamente. Nuestro parque automovilístico, por otra parte, utiliza el etanol, un combustible que no es fósil. Si usted me pregunta si hay que talar árboles para producir más caña de azúcar, le digo que no. Brasil tiene una de las tecnologías agrícolas más importantes del mundo y las investigaciones para producir más en menos territorio avanzan. No es cierto que haga falta más tierra para producir más. Lo que se necesita es una mejor tecnología para aprovechar mejor los terrenos de cultivo. Esto es lo que hacemos en Brasil. Y permítame decirle que la Amazonia no solo está protegida por ley, sino que además no es un terreno fértil para el cultivo.
P. ¿Cuáles serían las principales diferencias de su modelo con el que propone José Serra?
R. La diferencia más importante es que sabemos cómo construir las condiciones para el crecimiento sostenible. Crecemos al mismo tiempo que distribuimos la riqueza. En Brasil hoy hay movilidad social, la gente sabe que mañana estará mejor. 24 millones de brasileños han dejado atrás la pobreza y otros 31 millones han escalado socialmente. Pero queda mucho por hacer, aún hay 50 millones de personas que cobran por debajo del salario mínimo. Tenemos que invertir mucho en la educación de calidad, porque eso nos permitirá estimular el empleo formal. Este año serán creados dos millones de empleos de este tipo.
P. ¿Cuáles serán las líneas maestras de su política exterior?
R. Brasil siempre ha tenido una política externa enfocada en pocos países. Los grandes logros de estos últimos años han sido el avance del multilateralismo y que el país ha tomado conciencia de su importancia dentro de América Latina. Nos manejamos con respeto y sin injerencias en políticas internas. No somos imperialistas. Impulsamos la cooperación entre los países, no políticas de imposición. No podemos ser ricos rodeados de pobres, por eso el impulso a las infraestructuras regionales es vital para nosotros. Es muy importante también la relación con África y con los BRICS (Rusia, India, China y Sudáfrica). Irán tiene derecho a desarrollar un programa nuclear para uso civil, y someter el programa con la mayor transparencia al control de los organismos internacionales es la mejor política. Pero no creo que este conflicto deba resolverse con sanciones, sino con diálogo. Hay que construir puertas, no levantar muros.
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