Na sua seção A contracorriente, o diario español Público, publicou um esclarecedor texto do intelectual e politólogo
brasileiro Emir Sader, com o
sugestivo título de “Brasil ya no será igual”.
Quando no Brasil decorre o acto final de uma farsa
dramática, no dia em que a policía federal resolveu arremeter contra Lula, é importante
ir ao fundo do que está em causa.
“Cualquiera que a el desenlace inmediato de la más profunda y
prolongada crisis que el país ha vivido, Brasil no saldrá de ella igual, nunca
más será el mismo país. Será mejor o peor, pero no igual. Esta crisis ha
devastado la credibilidad de todo el sistema político, liquidado con la
legitimidad del Congreso y propagando la falta de confianza en el Poder
Judicial. Hizo que el pueblo supiera que no basta votar y ganar
cuatro elecciones para que el mandato presidencial se respete. En resumen,
lo que se creía que era una república se terminó. Lo que se decía que era
un sistema político democrático ya no sobrevivirá. O Brasil se constituye
en una democracia sólida ─para lo que el Congreso actual, este Poder
Judicial, este monopolio de los medios de comunicación no pueden seguir
funcionando cono hasta ahora─ o el país dejará de vivir realmente en
democracia.
La derecha brasileña muestra su rostro. Y lo hace sin eufemismos. Al
principio alegaba que se trataba de un proyecto para “reunificar el
país”, supuestamente dividido por los gobiernos el PT. Se valían de la pérdida
de popularidad del gobierno Dilma, así como del Congreso más conservador y
descalificado que este país ha tenido jamás. Pero también lo hicieron a través
de los viejos medios de comunicación de una forma escandalosa y sin ningún tipo
de honor. Su objetivo era destruir la democracia política que hemos tenido
y promover un gobierno antidemocrático, antipopular y antinacional.
Muy rápidamente fue posible constatar que se trataba simplemente de lo que
ya se denunciaba por toda la región: el proyecto de restauración del modelo
fracasado en los años 90 con Fernando Collor de Mello y FHC, un gobierno
golpista y minoritario, contra el pueblo, contra la democracia y contra el
país.
¿Cómo se va a pronunciar el Supremo Tribunal Federal sobre cualquier tema
si ha permanecido callado frente a este golpe, puesto en practica ante sus
narices, presidido en el Senado por su presidente, que apoya todas las
brutales ilegalidades que se practican? ¿Para qué sirve un Poder Judicial,
un Tribunal Supremo, si no es para impedir que un crimen contra la
democracia fuera perpetrado por el Congreso? ¿O es que hay es un silencio
cómplice mezclado con un vergonzoso aumento del 41% de sus
salarios concedido públicamente ─con fotos en los periódicos─ por Eduardo
Cunha, el político más corrupto del país. Un político cuya impunidad sólo se
entiende por la complicidad de los que debieran castigarle junto
a tantos otros miembros del Gobierno, incluido el presidente
interino. Ya no habrá democracia en Brasil sin un Poder Judicial elegido y
controlado por la ciudadanía, con mandatos limitados y poderes circunscritos.
No habrá democracia en Brasil sin un Congreso efectivamente
elegido sin financiación privada, sin que represente a los lobbies
elegidos por el poder del dinero. Un Congreso democrático tiene que estar
basado en el voto condicionado, por el cual los electores controlen a
aquello a quienes han votado y que se han comprometido con un
programa y con un partido determinado.
En una democracia todos tienen el derecho a que se escuche su voz, la
opinión pública no puede ser fabricada por algunas familias que imponen su
punto de vista al país como si pudieran hablar en nombre de toda la población.
Menos aun cuando han perdido cuatro elecciones presidenciales
consecutivas. Nadie debe perder el derecho a hablar, pero todos deben tener el
derecho a expresarse, sino no se trata de una democracia, sino de la dictadura
de una minoría oligárquica.
En una democracia, un impostor no podría haber asumido la presidencia, por
interina que sea ésta, mediante un golpe e imponer el programa económico
derrotado cuatro veces sucesivamente. Más aún si ese golpista formó parte
de la lista ganadora dos veces, con un programa radicalmente opuesto al
vencedor. Si todo esto está ocurriendo es porque la democracia ha
sido herida de muerte, la voluntad de la mayoría no se conoce.
Si el golpismo triunfa en el Senado brasileño será necesario hacer que
pague duramente el precio del atentado que está perpetrando. Que sus proyectos
fracasen, que la vida de sus componentes se vuelva insoportable, que su banda
de ladrones sea víctima de la inderogabilidad. Que se ocupen y se resistan en
todos los espacios del gobierno ilegítimo, antidemocrático, antipopular y
antinacional.
Es parte indisoluble de la resistencia democrática impedir cualquier acción
en contra de Lula, que representa los anhelos mayoritarios del pueblo brasileño
según las mismas encuestas que los golpistas han utilizado para buscar
legitimidad popular. Esta será la señal para saber si sobreviven espacios
democráticos o no. Si lograsen blindar de tal forma su gobierno y lograran
constitucionalizar el neoliberalismo, habrán soterrado definitivamente
cualquier señal de democracia en Brasil. En ese caso, ellos estarán abocados al
mismo destino que sus antecesores: serán tumbados, derrotados, execrados y
un nuevo tribunal de la verdad los juzgará y los condenará por crímenes contra
la democracia. Serán derrotados por el país, por el pueblo, que construirá una
democracia de verdad en Brasil”.
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