O mordomo e o porteiro ( Temer e Jucá ): sorrir sim, mas devagar.
Escrevendo a partir do Rio de Janeiro, o jornalista brasileiro Eric Nepomuceno publicou no jornal argentino Página 12 o texto que abaixo se transcreve, na sua versão original em língua espanhola. É um texto claro e contundente, tal como outros do mesmo autor que já difundi neste blog.
Escrevendo a partir do Rio de Janeiro, o jornalista brasileiro Eric Nepomuceno publicou no jornal argentino Página 12 o texto que abaixo se transcreve, na sua versão original em língua espanhola. É um texto claro e contundente, tal como outros do mesmo autor que já difundi neste blog.
Fica
escandalosamente ás claras o sentido da urdidura que levou á demissão de Dilma
e a nulidade ética dos que a conduziram. Não é apenas um derrube de um governo
legítimo, por abuso e desvio de uso de um meio jurídico previsto para responder
a outro tipo de factos ilícitos. Não é apenas um grosseiro atentado à
democracia. É uma sujeira política e ética.
Leiam com atenção até ao fim, para poderem estranhar
a circunstância de só ter sido revelado agora algo que ocorreu antes da
suspensão de Dilma e que certamente teria esvaziado por completo a aparência de
legalidade de que se tentou revestir o golpe. É a vergonhosa parcialidade do
complexo mediático-informativo e a insidiosa bipolaridade do poder judicial.
O
título do texto é sugestivo: “Confesiones de un
golpista”. Não
percam:
En un diálogo filtrado a la prensa, uno de los hombres
de confianza de Temer deja claro que derrumbar a Rousseff era esencial para
“frenar la sangría” que amenaza a un sinfín de políticos investigados por el
esquema de corrupción de Petrobras. Ese hombre es Jucá, quien ayer se tomó
licencia de la cartera de Planificación.
Once días: ese el tiempo necesario para el primer gran
escándalo del gobierno interino del vicepresidente en ejercicio Michel Temer.
Mientras el gobierno trata de lograr legitimidad y deshacer la imagen de que lo
que ocurre en Brasil es un golpe institucional bajo una farsa jurídica, uno de
sus hombres de confianza, Romero Jucá, ministro de Planificación, aparece en
una grabación detallando precisamente los pasos de ese golpe. Y más: deja claro
a su interlocutor que derrumbar a Dilma Rousseff y poner a Michel Temer en su
lugar era esencial para “frenar la sangría” que amenaza a un sinfín de
políticos, es decir, detener las investigaciones de la Operación Lava Jato
(Lavado Rápido) sobre el esquema de corrupción en la Petrobras.
Si había alguna duda sobre lo que efectivamente
ocurre, lo que se supo ayer elimina cualquier resquicio. Jucá confiesa que la
idea era librarse de la presidenta y, con el respaldo de ministros del Supremo
Tribunal Federal, y el visto bueno de “algunos generales y comandantes
importantes” de las Fuerzas Armadas, instalar a Michel Temer en la presidencia.
La verdad es que el anunciado “gobierno de salvación
nacional” nació de la necesidad de salvar a un puñado de políticos de la
justicia. Ocho de los 24 ministros nombrados por el vicepresidente en ejercicio
están enredados con la ley. El mismo Temer es investigado. Además, el golpe
institucional sirvió para regalar al PSDB lo que las urnas electorales negaron
en los últimos 13 años: parcelas del poder.
Al anochecer de ayer Jucá anunció en una conferencia
de prensa que había “un pedido de licencia”. El vicepresidente en ejercicio, a
su vez, agradeció “la dedicación y el trabajo competente” de su auxiliar.
Jucá fue ministro por escasos días, y no llevó a cabo
trabajo alguno. Lo más probable es que el agradecimiento de Temer esté
relacionado a la intensa labor que Jucá tuvo en la organización del golpe
institucional que logró alejar a una mandataria elegida por 54 millones 500 mil
votos.
El contenido de las conversaciones ocurridas en marzo
entre el entonces senador Romero Jucá y Sergio Machado, quien por diez años
(hasta 2015) presidió la Baspetro, brazo logístico de Petrobras, es
escalofriante. Machado, investigado por Lava Jato, fue indicado para el puesto
por el actual presidente del Senado, Renan Calheiros. Era, por lo tanto, de la
cota del PMDB. Denunciado por corrupción, se mantuvo al abrigo del foro
privilegiado de otros investigados en el mismo caso, es decir, senadores y
diputados.
Asustado por la posibilidad de ser despachado
directamente para las manos del juez de primera instancia Sergio Moro, recurrió
a sus padrinos. Al mismo tiempo, negociaba con la Procuraduría General de la
Unión un acuerdo de “delación premiada”, que asegura penas blandas a quien
revele lo que sabe.
Como prueba de lo mucho que puede revelar, grabó, de
manera clandestina, conversaciones telefónicas con Romero Jucá y otras, que
tuvo personalmente, con el expresidente José Sarney, así como con su padrino
principal, Renan Calheiros, que preside el Senado.
El contenido de sus grabaciones con Sarney y Calheiros
no ha sido divulgado. Sin embargo, fuentes de la Procuraduría y de la Policía
Federal ya hicieron llegar a la prensa el comentario de que, comparadas a las
de los dos, las grabaciones de Jucá “no son nada”. Es decir, bombas aún más
poderosas explotarán a cualquier momento.
En un claro gesto de que estaría dispuesto a
interferir en la Justicia, Romero Jucá dice, a cierta altura, que sería
necesaria una “acción política” para impedir que la denuncia contra Machado
fuese enviada al juez Sergio Moro. Esa acción política sería la llegada de
Temer al poder. Así se abriría la posibilidad de establecerse un “pacto
nacional” que abarcaría el Supremo Tribunal Federal, y “todo sería estancado,
delimitado” en el punto en que se encuentra. En otras palabras, la causa “Lava
Jato” no avanzaría un milímetro más, librando varios cuellos de la guillotina,
entre los cuales estarían los de Machado, de Jucá y otros poderosos políticos.
En una de las conversaciones grabadas, Jucá asegura a
Machado que venía manteniendo encuentros con “varios ministros del Supremo
Tribunal Federal”, sin mencionar nombres. Sus interlocutores en la instancia
máxima de la justicia dejaron claro, acorde a Jucá, que sin Dilma Rousseff en
la presidencia la presión de los medios hegemónicos de comunicación y otros
sectores para la continuidad de la “Lava Jato” bajaría sensiblemente.
A otra altura, Machado advierte a Jucá: “Romero, ellos
(el Supremo Tribunal Federal) nos quieren atrapar a todos”. Agrega que eso
incluye el PSDB, y pregunta si “ellos se han dado cuenta”. Jucá contesta que
sí, y nombra específicamente a Aécio Neves (derrotado por Dilma en 2014) y José
Serra (ministro interino de Relaciones Exteriores), entre otros. Comenta que
“están todos en una bandeja, listos para ser comidos”, al que Machado contesta
que “el primero a ser comido será Aécio”.
Jucá, al comentar sus contactos con “altos jefes”
militares, asegura haber sido informado de que las Fuerzas Armadas “están
monitoreando el MST”, en alusión a los Sin Tierra.
La transcripción de una hora y quince minutos de
varias llamadas telefónicas dejan claro que Machado conducía las conversaciones
de manera tal que Jucá se incriminase. Igualmente muestran que Jucá no
imaginaba, ni por un momento, que su interlocutor estaba preparando material
para negociar con los tribunales.
Si para Michel Temer ya era ingrata la tarea de
alcanzar legitimidad y dejar claro que todo lo que pasa obedeció rígidamente a
la Constitución, y que hablar de golpe institucional es absurdo, ahora se hizo
una tarea hercúlea.
Un detalle: por mucho menos el entonces senador
Delcidio Amaral fue detenido y su mandato cancelado. Desde marzo la justicia
tenía en manos la transcripción de las conversaciones entre Jucá y Machado.
De haberlas divulgado
antes, Dilma Rousseff seguiría en la presidencia. Por qué solamente ahora
llegan a la opinión pública es algo que las autoridades judiciales tienen por
obligación justificar.
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