O complexo mediático internacional dominante, seguindo os grupos mediáticos
dominantes no Brasil, tem intoxicado o espaço informativo internacional com
versões unilaterais e distorcedoras do que se passa no Brasil, tentando desesperadamente
ocultar o golpe de direita que está em marcha no Brasil.
Um golpe cujo cerne se traduz no uso político de um processo que apenas formalmente
é jurídico-constitucional. É por isso
útil, para não dizer indispensável, divulgar versões que reflectem as posições
dos que se não deixam envolver pela direita e pelos interesses estratégicos mundiais que ela representa. É o que tenho procurado fazer.
Hoje, vou recorrer, uma vez mais, ao jornal argentino Página 12 , transcrevendo um artigo de opinião nele publicado por Eric Nepomuceno, jornalista, tradutor e escritor brasileiro,
nascido em S.Paulo em 1948.
“Calendario y
anatomía del golpe” ─ é o título do texto:
“El miércoles 29 de marzo el PMDB, principal integrante de la alianza de
base de la presidenta Dilma Rousseff, anunciará oficialmente su salida del
gobierno. El martes 12 de abril el partido abandonará los siete ministerios y
los centenares de puestos de relieve que ocupa en la estructura del Estado (sí,
porque por ese raro criterio de ética, el PMDB rompe pero no entrega de
inmediato los cargos que controla). Y para el domingo 17, está previsto que la
comisión de diputados encargada de analizar la apertura de un juicio político
para destituir Dilma Rousseff de la presidencia anuncie su veredicto.
A estas alturas del calendario, ni siquiera la
presidenta apostaría un centavo en otra posibilidad que no sea la derrota en
esa etapa de la guerra.
Lo que vendrá después –sesiones de debates en el
pleno de la Cámara, hasta llegar a la votación final– demandará un esfuerzo
descomunal frente a las artimañas de Eduardo Cunha, en caso de que se mantenga
en la presidencia de la Cámara: vale recordar que el noble parlamentario
responde a seis investigaciones en el Supremo Tribunal Federal. Notorio
delincuente, Cunha sobrevive gracias al corporativismo de colegas que ostentan
una ficha de hazañas ilegales semejante a la de él.
Cuando llegue la hora final, la de la votación en
el pleno de la Cámara, Rousseff necesitará contar con el apoyo de 171 de los
513 diputados. Hasta hace un mes, seguramente lo lograría. Hoy por hoy, nadie
sabe: el mismo núcleo político que rodea a la presidenta admite que las
perspectivas no son nada buenas.
Además, persiste una pregunta que gana fuerza por
eses días: aún logrando 171 votos, ¿cómo va a gobernar frente a la oposición de
todos los demás diputados?
A menos que se produzca alguna condición inesperada
con fuerza suficiente para interrumpir el proceso en marcha, terminará de esa
melancólica manera el segundo mandato de la primera mujer en presidir el país
más poblado y la economía más poderosa de América latina.
Y más: se cerrará el período de trece años y medio
en que Brasil, gobernado por un partido de izquierda, el PT, experimentó los
más formidables cambios sociales de los últimos 65 años.
Todo eso se acabará gracias a una nueva modalidad
de golpe de Estado, la que viene envuelta en aires de legalidad institucional.
La nebulosa trama de resentimientos y traiciones
que ha desaguado en esa situación empezó con la derrota de Aécio Neves en
octubre de 2014, por un margen de poco menos de 4 por ciento de los votos. En
seguida el PSDB, derrotado por cuarta vez consecutiva, se lanzó a intentos de
revertir, por la vía institucional, la decisión soberana de las urnas.
Así, y con pleno respaldo mediático, decidió
aprovechar un operativo –la Operación Lavado Rápido– implantado para investigar
esquemas de corrupción en empresas estatales, especialmente la Petrobras, para
denunciar que parte de las coimas y comisiones ilegales distribuidas alegremente
por grandes constructoras sirvieron, además de enriquecer a media docenas de
funcionarios, para engordar los fondos de la campaña de Rousseff.
Por tanto, se contó con la decisiva participación
de sectores de la Policía Federal, versión tropical del FBI norteamericano, que
participaron activamente de la campaña de Neves contra Rousseff, y también con
un juez de primera instancia obcecado por demostrar que el PT es un nido de
ladrones y que Lula da Silva no merece otro destino que las hogueras del Infierno.
La cantidad de abusos practicados tanto por la Policía Federal como por un
arbitrario e irresponsable juez de primera instancia, Sergio Moro, es
impactante.
También impactante ha sido la forma, al menos hasta
ahora, con que Moro actuó impunemente. A nombre de la Justicia, cometió un
sinfín de ilegalidades, a tal punto que no es absurdo afirmar que en Brasil los
militares ya no son necesarios para golpes de Estado: basta dejar que actúen la
Policía Federal, parte del Poder Judicial y que entre en escena con fuerza
total la obscenidad que caracteriza de manera esencial el Congreso.
Como perla final, vale destacar la actuación
determinante de los medios hegemónicos de comunicación, muy especialmente el
grupo Globo, el más poderoso de Latinoamérica. Lo que los medios del grupo
Globo hacen supera las más perversas prácticas de la indecencia periodística.
Si a eso se suma la absurda lentitud de las más
altas instancias judiciales para frenar la mano de un juez arbitrario e
irresponsable, y de las autoridades superiores en estancar los abusos de la
Policía Federal, el cuadro se completa.
Pues así se armó este golpe cuyas consecuencias
nadie podrá prever.
Frente al abandono del PMDB –concretamente, la
última traición del más desleal aliado de la historia– poco espacio le queda a
Dilma Rousseff para intentar revertir un cuadro francamente adverso en el
Congreso. Quizá aproveche los ministerios, cargos y puestos que le son
devueltos para salir distribuyendo prebendas a cualquier diputado, de cualquier
partido, que le jure lealtad a la hora del voto.
El problema es que
ni siquiera en esa clase de prostitución institucional existente en el Congreso
la presidenta podrá confiar.”